sábado, 23 de agosto de 2014

Esos seres extraños.

PUESTO ORIGINALMENTE EL 17-7-2009

La humanidad avanzará, se hará sofisticada. Incluso llegará el día que los coches vuelen (que ya deberían) pero cierto tipo de personas estarán presentes siempre pase lo que pase. Son necesarios para que la sociedad funcione, están ahí y pocas veces se les agradece su labor. Vamos pues a homenajearles:

El encargado de las pistas (de tenis principalmente). Un trabajo malhumorado, para gente malhumorada. Pero entrañables. Vaya usted a saber como se llega a ser encargado de complejo deportivo, con o sin piscina adyacente. El caso es que es uno sólo que ha de ir de aquí para allá, atendiendo a todo. Por eso sólo le encuentras en ocasiones, dos en concreto: para alquilar pista, o sea tú le das dinero, y cuando te has pasado un minuto de tu tiempo, cuando ejecuta desde la distancia su temido gesto de señalarse el reloj. En ese momento da más respeto que cuando padre te llama de usted. Y ves la sonrisita de los que estaban esperando para jugar después de tí.

El de los coches de choque. Que no se ha dicho ya de éstos seres feriantes, dueños de las tan preciadas fichas que parece que no las hayas pagado de lo poderosas que son. Está el de la taquilla, el importante. Y está el jovencito, el currelas que consuela (acompaña) al niño que no le arrancó. En realidad es un rito iniciático, no de conducir sino de ir sintiendo la impotencia que tendrás cuando de mayor te toque llevar tu coche al taller.

















El del puesto de helados ambulante. Este sí que es simpático. Todos se parecen a Julián el quiosquero de Barrio Sésamo. Su negocio es un refugio contra el calor y el peso de las bolsas de la compra, estratégicamente colocado en mitad de la acera, con su compacto carrito que parece de juguete pero venden granizados de verdad, helados de cucurucho y los más sibaritas café helado para las madres. Pero las madres en realidad piden mezcla de horchata y limón, al menos las divertidas. La gracia y el salero de éstos vendedores no tiene parangón: ''¿Me da una limonada?'' pregunta el niño. ''Pa que te la bebas'' responde Julián... O ''no te la doy, te la vendo'' es su otra frase para reirse a costa del chavalín. Hay que entenderlos, estar en medio de la calle en agosto con carrito sin una feria que lo respalde, vendiendo mejunjes azucarados debe de hacerles sentirse poco realizados.

Toda ésta clase de especímenes son como funcionarios de segunda, te dan cosas buenas pero hay que pasar por el ritual preescrito.

El conserje del cole. Un tipo extraño éste señor. Para el trabajo de conserje de colegio se requieren oposiciones, pero me da que no se precisan las notas más altas. Lo que se aprecia son habilidades propias de MacGiver. Y mucho aguante. Porque vivir en una casa que es media casa, puesta en una esquina del recinto apartado de todo, y a cambio estar para lo que te maden sea lo que sea: jardinero, cuidador de perros, cerrajero (los días de exámenes importantes) bombero ocasional (los días de exámenes importantes) por no hablar de cuando la pelota se encana en los tejados del cole o en su patio, que a pesar de ser diminuto allí van todas. Por si todavía no lo ubican, es ése cuarentón que se pasea por el patio lleno de herramientas, ése que las profesoras saludan desde lejos mientras fuman en el porche y no le hacen más caso, como despreciándolo. A no ser que sea guapín el hombre, que muchos de éste tipo son más bien como Chema de Barrio Sésamo.

















El amigo de tu padre que le trae productos del agro robados . Poco más lo verás por casa si no es por ése trajín que se llevan él y tu padre (intercambian melones, patatas, limones, higos...) rescatados de las fincas de carreteras comarcales, que no es ilegal apropiárselas a la vuelta del trabajo. Eso que quede claro, incluso se le hace un favor al dueño de la cosecha que ha de librarse de lo plantado porque no da abasto y hay que hacer espacio para el nuevo producto de la temporada. Del amigo de papá en cuestión poco sabemos, papá no habla de él. Imaginamos que es un antiguo compi de la mili, habitual del bar, y lo más divertido es ver como hablan entre ellos. Nunca una visita de éste amigo de papi durará más de dos minutos. Pero cae simpático, no como el siguiente.

El que se cree jefe del barrio. Por último el ser más grimoso que se pueda encontrar en la cantina del parque. El politiquillo de barrio, que se cree que nació para representar a los vecinos ante el ayuntamiento. Un señor de cincuenta y tantos que ronda a los ancianos que echan la partidita de dominó. Son felices hasta que aparece el tipo éste, haciendo bromas con poca o ninguna gracia, con ideas para las fiestas próximas que él organizará (por supuesto) o presumiendo que gracias a él dentro de poco arreglarán un bache en la carretera más olvidada o pondrán un semáforo innecesario para todos menos para él, pero como conoce a no sé que concejal del consistorio nos deja claro que la próxima vez que coman juntos, en el mejor restaurante de la ciudad, lo dejará caer. Que importante soy, aplaudidme desagradecidos.

Todos éstos seres extraños cumplen una función, la naturaleza es un ecosistema donde cada cosa con vida se mueve y provoca reacciones, insignificantes pero necesarias. Si no fuera por ellos, no cabe duda de que el mundo sería más oscuro, sin gracia. Quede pues éste escrito como homenaje. Se presupone que algunos de ellos tienen familia y todo, son personas no lo olvidemos.

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